El masaje de mi suegro

Decidí aprovechar el sol en su máxima expresión, estrenando un bikini tan delicado que parecía tejido de rayos de sol, apenas un susurro sobre mi piel. Las tiras finas como hilos de luz no ocultaban mucho, y menos aún la parte trasera, donde el sol parecía besar cada curva con una intimidad que solo la naturaleza podía presenciar.
Había olvidado, en mi soledad, la presencia de mi suegro, Ernesto, un hombre de pocas palabras pero con una mirada que podía desnudar el alma. Meses atrás, en otra visita, había sido testigo de una danza de pasión entre él y mi suegra, revelando un lado oculto que desafiaba la imagen convencional que siempre les había atribuido.
Me encontraba tumbada cerca de la piscina cuando una sombra me cubrió, interrumpiendo el abrazo del sol. Al abrir los ojos, encontré a Ernesto, con dos vasos de cuba libre en sus manos, su figura ahora envuelta en una zunga que apenas contenía su presencia masculina, despertando en mí una sensación de humedad que el calor del sol no explicaba del todo.
Acepté el trago, intentando no delatar el deseo que comenzaba a florecer, pero mis ojos, traicioneros, se perdieron en la promesa de su virilidad. Hablamos de cosas triviales, pero cada palabra estaba cargada de una tensión eléctrica. Entonces, con una voz que prometía más que el simple acto de broncear, sugirió que me quitara el bikini para no mancharlo con la crema, y así lo hice, revelando mi desnudez como una ofrenda al sol.Comencé
a untarme el bronceador, mis movimientos una danza de sensualidad, sabiendo que sus ojos seguían cada curva, cada deslizamiento. Su presencia comenzaba a crecer, no solo en su figura sino en el aire que compartíamos. Me pidió que me volteara, y sus manos, toscas y llenas de historias, comenzaron a recorrer mi espalda, cada toque un susurro de deseo.
Sus dedos, al principio tímidos, se aventuraron más allá, explorando territorios que el sol no había tocado. Notó mi excitación, y con una sonrisa que prometía más, comentó sobre mi humedad, a lo que respondí levantando mi pelvis, una invitación silenciosa a explorar más profundamente.
Sus dedos, ahora maestros del placer, se unieron a la crema y a mis propios fluidos, preparándome para lo que vendría. Con un movimiento experto, su presencia se hizo parte de mí, llenándome con una intensidad que convirtió mis gemidos en una canción para el viento, mis gritos silenciados por la tierra bajo mi rostro.
Nuestros cuerpos se movieron en una danza ancestral, él guiándome a controlar mis propios ritmos para maximizar nuestro placer. Cuando su esencia se mudó a mi parte más secreta, sentí una invasión de sensaciones nuevas, un placer que parecía brotar de la tierra misma.
Pronto, ambos nos entregamos a un clímax que resonó en el aire cálido del verano, su calor uniéndose con el mío en una unión que dejó una marca invisible pero profunda.
Después, el sol me encontró aún desnuda, mi mente flotando en una neblina de placer hasta que una palmada, suave como una brisa, me devolvió a la realidad. Era mi esposo, de vuelta, con mi bikini en la mano, sugiriendo que me lo pusiera para no escandalizar a mis suegros con mi desnudez.
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Vamos el suegro empalador!!
ResponderBorrarWow tremenda historia
ResponderBorrarQue linda historia
ResponderBorrarMuy buen relato manda otro ricura saludos
ResponderBorrarBuenaso me gustó muy
ResponderBorrarhaber besado la vagina de mi nuera y sentir su cuerpo , aun hoy me exita
ResponderBorrarMe gustó este relato espero seguir lehiendo más
ResponderBorrarMe gustan cada uno de estos relatos ojalá tuviese la oportunidad de vivir una experiencia parecida yo soy de Guatemala y viví aquí en la capital
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