Mi nieta Julia , RELATOS E HISTORIAS
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Después de 30 años conduciendo autobuses, finalmente llegó mi jubilación. Creí que era el descanso merecido que tanto había anhelado, pero la realidad fue otra. La soledad se hizo sentir con fuerza, especialmente desde que mi esposa falleció hace años, llevándose consigo el brillo de nuestro hogar. Mi hijo intentaba, con frecuencia, que saliera, que conociera nuevas personas, pero nunca nadie pudo llenar el vacío que ella dejó. Así que mis días se disolvían entre pequeños placeres solitarios y horas interminables de reflexión y silencio. La única luz que quedaba en mi vida era mi nieta Julia. Con su energía desbordante, iluminaba cada rincón de la casa cuando me visitaba, generalmente los fines de semana. Aunque sus visitas siempre tenían un toque de interés, normalmente relacionado con algún favor económico, su presencia me...