SEGUIR ESTE BLOG

Mi esposa toma las riendas





Mi esposa, Gabriela, es una mujer de una sensualidad que parece atraer la mirada del sol mismo. Su cuerpo es un poema de curvas y elegancia, y en la intimidad, siempre le susurraba fantasías de ser deseada por otro, notando cómo esa idea la encendía como una hoguera. Pero estas eran solo palabras nocturnas, susurros de deseo que se desvanecían con la mañana, hasta que un día, ella aceptó jugar con esa fantasía.

Me preguntó si estaba seguro, advirtiéndome que no habría vuelta atrás. Confesé que la idea me excitaba más de lo que podía expresar, y ella, con una sonrisa, decidió tomar las riendas. Buscamos en redes de contactos, y ella eligió a Rafael, un hombre de 45 años, con un físico que prometía aventuras. Después de semanas de charlas a través de WhatsApp, acordamos una cita en nuestra casa.

Esa noche fue una revelación, pero lo que quiero contar es lo que sucedió al día siguiente.

"Y dime cariño, ¿anoche disfrutaste viendo cómo Rafa me envolvía en su abrazo?" me preguntó Gabriela, su voz cargada de una curiosidad pícara.

Admití que sí, que ver cómo se entregaba a otro era un espectáculo que me había cautivado.

Ella tomó un sorbo de su café, su sonrisa, un reflejo de su satisfacción. "No pensé que lo disfrutarías tanto. Entonces, ¿esto va en serio?"

Respondí que si ella lo deseaba, yo también. Ella me recordó que no habría vuelta atrás, y añadió que había invitado a Rafael de nuevo, esta vez bajo sus condiciones.

Confundido, le pregunté qué quería decir con eso. Explicó que quería que yo presenciara todo desde el mueble del pasillo, en silencio, como un espectador oculto. Había preparado el lugar, sacando algunas cosas para mi comodidad.

Con un asentimiento nervioso, acepté, y ella se retiró a prepararse. Me dirigí al mueble, y vi que había colocado un banco y un pequeño balde, cuya utilidad aún no comprendía.

Gabriela regresó, vestida con una bata que parecía tejida con la luz de la luna, corta y reveladora. "La compré ayer, pensé que facilitaría las cosas," dijo, y en su tono había una nota de placer anticipado.

Me preguntó entonces si quería que Rafael y cualquier otro "amigo" usaran protección. Mi respuesta, aunque nerviosa, fue clara: quería que se entregara completamente a esa experiencia.

Ella me sonrió, satisfecha, y me ordenó entrar al mueble, recordándome que debía permanecer en silencio. Así lo hice, y desde mi escondite, veía todo a través de las rendijas de la puerta.

Gabriela se perfumó, se acomodó en el sofá, y el tiempo pareció detenerse hasta que el timbre anunció la llegada de Rafael. La conversación inicial fue ligera, pero cargada de promesas. Rafael preguntó por mí, y Gabriela, con una risa, dijo que estaba con amigos, insinuando que prefería su compañía.

La bata de Gabriela se abrió, mostrando sus piernas, y la conversación se tornó más íntima. Rafael comenzó a acariciar sus muslos, y ella respondió con besos y caricias, entregándose a un juego de deseo que yo solo podía ver.

Sus movimientos eran como una danza, cada toque una nota en una sinfonía de pasión. Gabriela, con una audacia que nunca había mostrado conmigo, se desnudó, ofreciéndose a Rafael en una posición que revelaba su deseo.

Rafael, con su presencia, la envolvió en un abrazo que parecía fundirlos en uno. Ella gemía, respondiendo a cada caricia, cada susurro, con una intensidad que me hizo cuestionar qué conocía realmente de ella.

Desde mi escondite, el espectáculo era hipnótico, y la necesidad de liberar mi propio deseo se convirtió en un impulso irresistible. Entonces entendí el propósito del balde.

Cuando Rafael y Gabriela alcanzaron el clímax, sus gemidos resonaron como música, y ella, con una mirada hacia mi escondite, pareció disfrutar de saber que yo estaba observando.

Después, con Rafael ya vestido para irse, Gabriela, aún desnuda, me preguntó si había disfrutado. Asentí, sudoroso y aún atrapado en la emoción del momento. Preguntó por el balde, y al confirmar su uso, se rió, diciéndome que me acostumbrara, que habría más momentos como este.

Y así, en ese mueble, comencé a entender que mi papel en este nuevo juego de deseos sería el del observador, el guardián silencioso de las pasiones de mi esposa. Pero esa es una historia para otro día.




SI TE GUSTÓ NO OLVIDES COMPARTIRLO CON TUS AMIGOS EN REDES SOCIALES Y RECUERDA RECORRER EL BLOG , HAY MUCHAS OTRAS HISTORIAS ... GRACIAS !!!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Mi suegra

Mi marido se durmió borracho

Fuí Infiel como nunca me imaginé.