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La fiesta de disfraces

Con mi marido fuimos invitados a una fiesta de disfraces, un evento de ensueño en una enorme quinta en las afueras de la ciudad de Mendoza. Nos llevó diez días encontrar los disfraces perfectos que nos encantaran y nos representaran. Cuando no eran demasiado pequeños o grandes, sufrían de desgastes, o eran tan simples que no cumplían con nuestras expectativas.

Él consiguió un disfraz de fauno tan original que parecía sacado de un cuento antiguo, con una máscara que reflejaba toda la malicia del personaje, una barbilla afilada y cuernos imponentes, una cola peluda extendiéndose desde su cintura, y calzado en forma de pezuña que parecía más arte que zapatilla. Era genial, y lo lucía como si hubiera nacido para ese papel. Yo, por mi parte, encontré el disfraz de Campanita, aquel de Peter Pan, y me quedaba como un guante. Solo tuve que añadir un bombachón de tenis para cubrir la tanga, evitando que mi silueta se revelara más de lo debido.

Todo fue meticulosamente organizado. Ese día, mi marido iría desde su trabajo ya disfrazado, y yo desde mi oficina, encontrándonos en la fiesta.

A la hora señalada, llegué a la recepción. Me informaron que no se permitiría el ingreso de carteras, celulares, etc., solo lo que correspondiese a nuestro disfraz; el resto quedaría en custodia en el guardarropa. Llamé a mi marido para informarle y avisarle que ya estaba allí. Él me dijo que estaba terminando una reunión y saldría inmediatamente.

Una vez dentro, me dediqué a explorar el lugar. Después de más de media hora de disfrutar de los exquisitos manjares y una copa de vino, me dirigí a una arboleda inmensa, a unos cincuenta metros de distancia. Árboles de distintas especies, formas y colores verdes se extendían como un cuadro vivo. No sé cuánto tiempo llevaba paseando cuando lo vi ahí, parado, mirándome fijamente. El disfraz de fauno le calzaba como una segunda piel. Mi corazón latió con fuerza; estoy muy enamorada de mi marido, y su sola presencia me hace vibrar de emoción. Haciéndome la sorprendida, inicié una huida fingida, emitiendo sonidos de auxilio:
¡Un fauno! ¡Socorro! - grité, corriendo entre los árboles.

Al principio, no captó mi juego, pero al ver mi actitud, comprendió y simuló perseguirme trotando. Como si la carrera me hubiera agotado, me detuve, me agarré del tronco de un árbol y repetí mi pedido de auxilio con un chillido:
¡Socorro! ¡Un fauno me quiere cautivar!

Él llegó trotando desde atrás. Giré mi cabeza, apoyando la mejilla contra la rugosa corteza del árbol, esperándolo con ansias.

Sus manos llegaron a mi cuerpo, iniciando una caricia suave y dulce. Una de ellas se deslizó bajo mi falda, dejando caer el bombachón y la tanga a lo largo de mis piernas. Nos encanta el juego de la seducción, imaginar aventuras.
¡Me cautiva! - Exclamé de nuevo.

Sentí su presencia llegar a mi ser y me abrí a la caricia. Fuerte, imponente, se abrió paso en mi interior.
Oh... mi cielo... qué grandioso te sientes hoy... - gemí - Te siento más envolvente...

La sensación seguía llenándome y mi ser lo absorbía, abriéndose completamente. Sí, lo sentía muy grande, y mientras se adentraba, también me pareció más largo... más que nunca antes.
Hummm... Siii... ahhh... Siii... qué hermosa danza estamos compartiendo... siii... ahhh... uhhh... es enorme... Hermosa...

La danza de nuestro encuentro seguía un ritmo acompasado, vibrando de placer. Tras el segundo suspiro de deleite, se retiró y buscó un nuevo camino. Al sentir su llegada, moví mi cuerpo hacia él, entregando completamente mi esencia.

Un gemido salió de mi garganta cuando su esencia me obligó a expandirme más, un suave escozor se apoderó de mí al abrirse paso, grueso y palpitante, se adentró profundamente.
Despacito, mi amor... ah... ah... está... muy... envolvente... Me... abre... mucho... uy... sí... si... me... estás llenando...

Durante unos minutos, la danza continuó, maravillosa dentro de mí. Cuando se retiró, lo miré y comprendí su deseo de ser acariciado por mis labios, así que me arrodillé entre sus piernas, llevando su esencia a mi boca.

Sí, estaba más grande que nunca. Hermoso. Envolvente. Fuerte. Palpitante.

Solo pasaron minutos antes de que estallara, inundando mi boca con su esencia. Lo limpié con rápidos toques de mi lengua... Me levanté... y lentamente me alejé...
Amor... te veo en la fiesta... voy a refrescarme... ¡Qué hermosa danza compartimos!

Diez minutos después, me reincorporé a la fiesta.
Hola, mi cielo... Bono de soja... James Bond - La voz de mi marido detrás de mí me sorprendió. Me giré para abrazar al fauno... y me quedé petrificada. Tabaquismo. ¡Mi marido vestía de smoking!
¡¿Qué haces vestido así?!
Te explico... Cuando salí de la reunión y fui a ponerme el disfraz, se rompió el cierre y se abrió una costura... estaba inservible. No podía avisarte y no podía dejar de venir. Así que me detuve a pensar qué ponerme... Y aquí estoy... Soy James Bond.

La sorpresa fue enorme... Pero... ¿Quién era el que había compartido conmigo esa danza? Ahí comprendí por qué lo había sentido más grande y envolvente. Ahí me di cuenta de por qué me sentía tan abrumada... No era mi marido...
¿Te sientes bien? - preguntó mi marido.
Sí... Solo estoy... sorprendida...
Bueno... Entonces a disfrutar la noche...
Sí... Claro... - ¡Cómo decirle que ya había disfrutado de una danza prohibida!

Se separó de mí no sin antes decirme:
Disfruta como si yo no estuviese... Nos vamos tipo 5 o 6 de la mañana, ¿sí?
Sí... está bien... - Miré instintivamente la hora... 0:30 hs.

Confusa, mis pasos me llevaron de nuevo a la arboleda. Iba pensando en lo ocurrido... Mi mente era un torbellino de ideas... Sin darme cuenta, me adentré entre los árboles unos cincuenta metros... Hasta que sentí su respiración en mi nuca, sus manos en mi cuerpo, y su esencia entrando, poderosa, larga, gruesa y fuerte en mi ser...
Ooohhh...

No pude decir más. En segundos, subía y bajaba en una danza de pasión, gimiendo y exhalando suspiros de placer... Uno tras otro, los suspiros de éxtasis me demolieron. Cuando me dio vuelta y me envolvió nuevamente, no pude hacer ni decir nada... Solo lo dejé entrar y compartir su esencia en mi interior. Pero no se retiró. Reinició el movimiento y tras una larga sesión, volvió a llenarme de su esencia. Luego se retiró y me ofreció su esencia para que la besara durante un buen rato. Cuando se alejó, estaba agotada... sin fuerzas. Mis piernas temblaban y apenas me sostenían. Sentía su esencia correr por mi cuerpo... Me quedé en el lugar hasta que pude recuperarme y luego lentamente me dirigí a la mansión. Entré en el primer baño y me refresqué... Me quedé sentada en el inodoro durante un largo tiempo. Miré la hora. 02:30 hs... El sopor embotaba mi mente. Estaba cansada. Muy cansada.

Salí del baño como a la media hora. Un rato después, lo vi. El fauno mantenía un diálogo con un Joker... Su mirada buscó la mía... Temblé. Su mano bajó a su entrepierna y se acarició... Me estremecí... Mi ser se inundó de emoción... Y subconscientemente caminé en busca de la arboleda...

Cuando a las 6 de la mañana regresábamos a casa con mi marido, no sabía ni cómo me llamaba... El fauno me había envuelto en su danza reiteradas veces... y yo lo había disfrutado...

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