Imagina que cada sesión de terapia es un paso más hacia un abismo de pasión y engaño. ¿Qué harías si tu confianza fuera traicionada de la peor manera? Acompáñanos en esta historia de 'Confesiones de una psicologa'.
Hola me llamo camila y Siempre he creído que el poder no reside en lo que decimos, sino en lo que hacemos sentir. Mi trabajo como terapeuta me ha enseñado a leer entre líneas, a encontrar las grietas en las relaciones y agrandarlas con la precisión de un cirujano. Pero con Elena y Marcos… fue diferente. Desde el momento en que cruzaron la puerta de mi consultorio, supe que podía obtener mucho más que una solución para su matrimonio.
Elena era un libro abierto; sus ojos hablaban de tristeza y deseo, de una mujer atrapada en una rutina que había dejado de inspirarla hacía años. Marcos, en cambio, era pura arrogancia disfrazada de pragmatismo. Creía que podía arreglar su relación con palabras ensayadas, pero su falta de empatía lo hacía incapaz de ver lo que realmente necesitaba Elena: ser vista, amada, valorada.
Yo podía darle todo eso. Pero, ¿a qué costo? Esa pregunta, que solía ser retórica en mis días más oscuros, ahora me seguía como una sombra.
Empecé con Marcos, porque sabía que era la clave para llegar a Elena. Durante las primeras sesiones, le di justo lo que necesitaba: atención.
– Marcos, veo que haces un gran esfuerzo por mantener esta relación –le dije un día, mirándolo directamente a los ojos–. No muchas personas tienen esa dedicación.
Le encantaba sentirse admirado, así que alimenté su ego con cuidado, sin exagerar. Cuando hablaba de Elena, hacía pequeñas pausas estratégicas para que él llenara el vacío, lo que a menudo lo llevaba a revelar sus frustraciones.
– A veces siento que todo recae sobre mí –me dijo en una ocasión, con un suspiro teatral.
– Eso debe ser agotador –respondí, suavemente–. Pero, ¿te has preguntado si Elena percibe lo mismo?
La semilla estaba plantada. Mientras Marcos reflexionaba sobre sus propias carencias, yo me centraba en el verdadero objetivo: Elena.
Elena era diferente. Había que abordarla con sutileza, paciencia. Durante nuestras sesiones individuales, la dejé hablar hasta que sus emociones salían a la superficie.
– A veces siento que no soy suficiente –me confesó una tarde, con los ojos llenos de lágrimas.
– Eso no es cierto –le respondí, dejando que mi voz se volviera más íntima–. Eres una mujer increíble, Elena. Simplemente, nadie te lo dice lo suficiente.
Era como ver a una flor abriéndose lentamente. Sus inseguridades eran mi puerta de entrada, pero no podía ir demasiado rápido. Cada cumplido era una caricia verbal, un ladrillo en la construcción de su confianza en mí.
Pero, ¿qué buscaba yo realmente? A veces, en la quietud de mi oficina, pensaba que quizás buscaba llenar mi propia vacuidad con la vida de otros, como un vampiro emocional.
Una noche, después de una sesión conjunta particularmente intensa, le pedí a Elena que se quedara un poco más.
– Hay algo que quiero decirte, pero no sé si sea apropiado –le dije, con una expresión que mezclaba vulnerabilidad y misterio.
– ¿Qué es? –preguntó, visiblemente intrigada.
– He notado que llevas una carga demasiado pesada. Y no sé si Marcos lo ve… pero yo sí.
Elena se quedó en silencio, procesando mis palabras. Fue entonces cuando incliné la balanza.
– No quiero que pienses que esto es solo terapia. Me preocupo por ti, Elena. Más de lo que debería.
La confesión fue calculada, pero en esa confesión, una parte de mí se preguntó si estaba realmente manejando a Elena o si estaba cayendo en mi propia trampa de emociones y deseos.
Elena comenzó a responder a mis mensajes fuera de las sesiones. Primero con dudas sobre su relación, luego con detalles más personales. La confianza creció, y una tarde, la invité a mi casa bajo el pretexto de “hablar con más privacidad”.
La velada fue perfecta. La música suave, el vino servido con precisión, la conversación fluyendo como si hubiéramos estado destinadas a encontrarnos. En un momento de silencio, toqué su mano.
– ¿Nunca has sentido que alguien te entiende completamente? –le pregunté, mirando sus labios.
Ella no respondió. No hacía falta. El beso fue inevitable, y en ese momento, supe que la tenía. Pero también supe que había cruzado una línea de la que no sabía si podría volver.
Desde entonces, Elena y yo vivimos una relación clandestina que es tan intensa como secreta. Le dije desde el principio que debía seguir con Marcos, al menos de momento.
– No podemos hacerle daño –le expliqué, mientras jugaba con un mechón de su cabello–. Pero podemos tener esto, ¿no es suficiente?
Y lo fue. Para ambas. Pero a medida que los días pasaban, la culpa comenzaba a teñir mis noches de insomnio. ¿Realmente estaba ayudando a Elena, o solo estaba manipulando su vulnerabilidad para mi propio beneficio?
Con Marcos, sigo siendo la terapeuta comprensiva. Aún cree que estoy ayudándolo a reconstruir su matrimonio, mientras él me confía cada detalle de su vida sin sospechar que, después de sus sesiones, Elena y yo compartimos secretos mucho más profundos.
Una noche, mientras compartíamos un momento de calma, Elena tomó mi mano y susurró:
—No sé cuánto tiempo más podré seguir con Marcos. Esto ya no tiene sentido para mí.
Sus palabras deberían haberme llenado de satisfacción, pero en lugar de eso, sentí un frío nudo en el estómago. ¿Y si ella no estaba hecha para vivir entre sombras? ¿Y si me obligaba a elegir, a revelar lo que realmente éramos?
La culpa ya no era solo un eco lejano; ahora era una sombra que se cernía sobre nosotras, y sabía que, tarde o temprano, todo se desmoronaría Y entonces, el teléfono vibró en la mesa. Un mensaje de Marcos: 'Necesitamos hablar, pero no en terapia. Hay algo que no me cuadra.'
En ese instante, entendí que el juego que creí controlar estaba a punto de explotar, y esta vez, no había manera de salir ilesa.
Y así, en un mundo donde las máscaras caen y los secretos salen a la luz, te invitamos a preguntarte: ¿Dónde termina la terapia y comienza la manipulación? ¿Cuáles son las verdaderas intenciones detrás de cada palabra, cada mirada? Reflexiona sobre lo que has escuchado, y recuerda: en la vida, como en la terapia, no todo es lo que parece.
Gracias por acompañarnos en este viaje. Si te ha gustado esta historia, no olvides suscribirte, darle like, y compartirla. ¿Quién sabe? Quizás haya más confesiones por descubrir... Hasta la próxima".
Comentarios
Publicar un comentario