Mi nuevo trabajo como profesora cambio mi vida. RELATOS HOT
---
La historia que les voy a contar es de la primera y única vez que crucé un límite con otro hombre. No es una excusa, pero cuando Héctor, mi marido, comenzó a distanciarse, algo en mí se fue apagando lentamente. Era como si una chispa dentro de mí se extinguiera, dejando un frío vacío que cada vez ocupaba más espacio en nuestra relación.
El amor entre nosotros se había convertido en un eco lejano, algo difuso y lejano. Sus besos ya no tenían el calor que solían encender en mi piel. Eran apenas roces, fríos como el viento en invierno, distantes como si fueran una formalidad que cumplir. Cada caricia suya era tan mecánica, tan carente de vida, que me hacía sentir como si fuera un cuerpo vacío, una muñeca en sus manos. En la cama, la pasión hacía tiempo que se había marchitado, como una flor que ya no recibe sol. Me recostaba sin emoción, dejándome llevar por la inercia de la rutina, abriendo mis piernas sin alma, fingiendo gritos de placer que nunca sentía.
Entonces, apareció Matías.
Al principio, fue un encuentro inocente, sin ninguna intención oculta. Matías era mayor que yo, casi dos décadas de experiencia lo separaban de mi juventud, pero irradiaba una energía que era imposible ignorar. A sus 53 años, se movía con la seguridad de quien ha aprendido a saborear cada segundo de la vida, de quien ha dominado el arte de vivir y disfrutar. Su presencia me envolvía, y no tardé en quedar atrapada en esa red invisible que lanzaba con cada mirada, cada palabra cuidadosamente elegida.
Nuestros encuentros fueron creciendo como una pequeña llama que, sin darnos cuenta, se transformó en un incendio. Primero fueron almuerzos compartidos, luego largas conversaciones bajo la luz suave de la tarde, conversaciones que encendían algo en mi interior que había estado apagado durante años. Había una magia en sus palabras, en cómo me hacía sentir escuchada, valorada. La atracción entre nosotros era como un imán invisible, algo que crecía sin que ninguno de los dos pudiera o quisiera detenerlo.
Recuerdo la noche en que todo cambió. Era temprano cuando empezamos a beber, pero para las nueve, el vino ya había borrado cualquier límite que pudiera quedarnos. Matías me invitó a su casa con una sonrisa cómplice, sugiriendo tomar un café para continuar la noche. Mi corazón latía con fuerza cuando acepté, consciente de lo que podría suceder, pero incapaz de resistirme a esa atracción tan poderosa que nos envolvía.
Al cruzar la puerta de su casa, sentí que entraba en otro universo. El ambiente era cálido, íntimo, y el aire parecía cargado de promesas. Nos sentamos en su pequeño sofá, muy cerca uno del otro, y nuestras charlas, que solían ser ligeras y amenas, comenzaron a tomar un tono más profundo. El espacio entre nosotros se redujo lentamente, como si el deseo mismo moviera nuestros cuerpos. Sus ojos me miraban con una intensidad que me quemaba, sus labios dibujando una sonrisa que escondía secretos que moría por descubrir.
Cuando finalmente me besó, el mundo alrededor de nosotros desapareció. Sus labios eran suaves, pero decididos, y su lengua, cuando encontró la mía, provocó un incendio en mi interior. Era como si cada parte de mí, adormecida durante tanto tiempo, hubiera despertado de golpe. Sentí una oleada de calor recorrer mi cuerpo, como si el deseo hubiera tomado el control de mis sentidos.
Mis manos buscaron su cuerpo con desesperación, como si necesitara sentir cada centímetro de su piel para saber que aquello era real. Mi respiración se hizo más rápida, y cada roce, cada caricia suya me hacía estremecer. Me deshice de mi ropa con una urgencia que no conocía, dejando que mi cuerpo, que había sido una cárcel de monotonía, finalmente se liberara. Matías me acariciaba con una delicadeza que contradecía la pasión que ardía entre nosotros, sus manos recorriendo cada curva, cada rincón de mi cuerpo, como si lo conociera desde siempre.
Cuando su boca alcanzó mis pechos, besándolos con una suavidad que me arrancó gemidos involuntarios, sentí cómo mi cuerpo respondía a él de una manera que creía olvidada. Cada beso, cada roce de su lengua encendía en mí un fuego que no quería apagar. El placer era una corriente continua que me recorría de pies a cabeza, y no podía detenerme. Mi piel ardía bajo sus dedos, mi cuerpo se movía por sí solo, guiado por una fuerza más allá de mi control.
Finalmente, sin poder resistir más, me quité el último pedazo de ropa, dejándome completamente vulnerable ante él. Matías me observó con una mezcla de admiración y deseo que me hizo sentir más viva de lo que había estado en años. Cada mirada suya era una caricia más, y cuando me inclinó hacia él, me entregué por completo a esa pasión desbordada.
Nos sumergimos en una danza frenética de cuerpos, pieles que se rozaban, manos que exploraban. Todo a mi alrededor era un torbellino de sensaciones. Matías me penetró con una suavidad que me hizo gemir de puro placer, y su ritmo era el de un hombre que sabía exactamente cómo llevarme al borde del abismo una y otra vez. Nuestros cuerpos se movían al unísono, en una coreografía que no necesitaba palabras.
Cada segundo juntos era una cascada de placer, un descubrimiento constante de sensaciones que creía que nunca volvería a sentir. Mi cuerpo, antes dormido y frío, ahora era un campo en llamas, vivo con cada toque, cada caricia. Matías me llevó a lugares que no sabía que existían, me mostró una versión de mí misma que había olvidado.
El clímax llegó como una tormenta, arrasando todo a su paso. Sentí cómo mi cuerpo se entregaba por completo a esa ola de placer, mis gemidos llenando el aire mientras me perdía en el éxtasis de estar con él. Cada orgasmo era una explosión, una liberación que me sacudía desde lo más profundo, y no podía detenerme, no quería detenerme.
Cuando todo terminó, nos quedamos allí, entrelazados, nuestros cuerpos aún temblando por el placer compartido. Nos susurramos palabras que no tenían sentido, disfrutando de esa calma posterior al caos, saboreando cada segundo de lo que acababa de suceder.
Desde esa noche, Matías se convirtió en mi obsesión. Cada encuentro era una nueva aventura, una nueva forma de redescubrir el placer. Y poco a poco, me fui perdiendo en él, entregándome por completo, no de manera sumisa, sino con la plenitud de quien ha encontrado algo que había creído perdido para siempre.
Pero esa, amigos, es solo una parte de nuestra historia.
Espero te haya gustado esta historia y no olvides seguirnos en Facebook, Twitter o seguir este blog así estas al tanto de las novedades. No olvides comentar que te parecio esta historia y que opinas del blog de relatos ...tu opinion me ayuda a mejorar ...gracias!!!!
Muy buen relato
ResponderBorrarExcelente relatos
ResponderBorrar