Fuí Infiel como nunca me imaginé.

Soy una ama de casa, una mujer dedicada a las tareas domésticas y a tejer el tapiz de la vida familiar. No tengo la destreza de un narrador profesional, pero intentaré contar esta historia con la misma transparencia de mi alma.
Mi esposo, con la regularidad de un reloj, se reúne con amigos de su equipo de fútbol, la mayoría solteros, una vez por semana. Regresa a casa con la alegría del vino en sus venas, pero también con un eco de las costumbres que empiezan a preocuparme. Su libertad, alimentada por la soltería de sus compañeros, me hace sentir que camina por senderos que podrían desviarlo de nuestro hogar.
Esa noche, después de sumergirme en las páginas de historias eróticas, especialmente aquellas que hablan de amores prohibidos y encuentros de más de dos, me fui a la cama con la mente llena de imágenes y el cuerpo anhelante del regreso de mi esposo. El sueño me envolvió con la promesa de su llegada.
Alrededor de las dos de la mañana, el silencio se rompió con risas y murmullos desde la sala. Mi esposo había traído a dos amigos, la fiesta continuaba en nuestro hogar tras el cierre del bar. Me levanté, apenas asomando mi cabeza, vestida solo con un camisolín que parecía tejido de estrellas y una tanguita que guardaba mis secretos. Mi esposo, con la mirada torpe del alcohol, me tomó de la mano y me pidió que saludara a sus amigos. Me cubrí torpemente, sintiendo el calor de la vergüenza en mis mejillas, pero él insistió en que me quedara, asegurando que eran como hermanos.
A pesar de mi incomodidad, decidí no ser la nota discordante en su canción de camaradería, sentándome con ellos, intentando mantener mi dignidad con mis manos como escudos. La conversación giró en torno a sus aventuras nocturnas, y cada brindis era un intento de destapar más de mi intimidad y de nublar más nuestras mentes.
Mi esposo, vencido por el sueño y el alcohol, empezó a cabecear contra mi hombro, una señal que esperaba fuera clara para sus amigos. Pero ellos, con una sonrisa que prometía más que cortesía, ofrecieron ayudarme a llevarlo a la cama. Al agacharme para ayudarlo, mi camisolín se convirtió en un velo revelador, y sus miradas se demoraron en mí como si quisieran memorizar cada curva.
Una vez en la cama, mi esposo se sumergió en un sueño profundo. Sus amigos, en cambio, permanecieron, levantando sus vasos en otro brindis. Mi corazón latía con una mezcla de nerviosismo y una emoción secreta, estar tan expuesta ante esos hombres, sabiendo que mi esposo dormía ajeno a todo. Tomé mi vaso, brindé, y en ese momento, uno de ellos me abrazó por detrás, su calor fundiéndose con el mío, sus manos ascendiendo como si quisieran capturar las estrellas que adornaban mi camisolín.
Sentí un beso que pretendía ser un robo, pero que yo, en mi sorpresa, no rechazaba del todo. El otro, con sutileza, acarició la luna de mis nalgas. Me aparté, pidiendo respeto y tiempo para asegurarme de la inconsciencia de mi esposo. Regresé a la habitación, y su respiración profunda me confirmó que estábamos en un mundo propio.
Volví a la sala, donde la tensión era palpable, y uno de ellos, con la voz de la tentación, me prometió un placer desconocido. Me entregué al momento, dejando que sus manos exploraran mi cuerpo como si fuera un mapa de deseos ocultos. Mis senos, endurecidos por el frío y la excitación, eran ahora estrellas guiando su viaje.
Sus palabras eran cautas, conscientes de la necesidad de silencio, y sus caricias se volvieron una danza entre tres. Me despojaron de mi camisolín, y en el sofá, convertimos nuestro encuentro en una sinfonía de toques y suspiros. Sus deseos, como ríos, se unieron en mi cuerpo, explorando cada rincón con la devoción de un peregrino.
Sentí su pasión en mis manos, en mi boca, en mis profundidades. La culpa llegó después, como un eco de la realidad, pero en ese momento, yo era una navegante de placeres desconocidos, guiada por la luna de mis deseos y el sol de sus miradas.
Fue mi primer desvío del camino, una infidelidad que, aunque me trajo remordimiento, no me arrepiento de haber vivido. Quizás, los relatos eróticos que tanto me cautivan se convirtieron en el viento que infló mis velas hacia esta aventura.
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de dnd eres
ResponderBorrarMe encantó y me excito mucho. Fabulosa la experiencia. Soy Santiago de Chile
BorrarExcelente te felicito muy bue releto si calienta
ResponderBorrarEstuvo muy rica la historia
ResponderBorrarMuy rico
ResponderBorrarQue rik yo quisiera algo así
ResponderBorrarMuy efectivo al palo con los dos relatos que lei
ResponderBorrarMuy bueno
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